Esto no es una elegía
Otras canciones del disco
Tú me recuerdas el prado de los soñadores,
el muro que nos separa del mar si es de noche.
Tú me recuerdas, sentada,
ciertos sentimientos
Tú me recuerdas el prado de los soñadores,
el muro que nos separa del mar si es de noche.
Tú me recuerdas, sentada,
ciertos sentimientos
Hoy no quiero estar lejos de la casa y el árbol.
Hoy quisiera estrechar mi ciudad sumergida
―boca de los corales, alma de las esponjas,
dureza de las piedras que se encuentran a veces,
ojos de las estrellas de mar y los peces.
Hoy te quiero cantar más allá,
más allá de donde ha de llegar
la canción.
Cómo voy a cambiarle el color a una ola.
Qué se puede querer si todo es horizonte.
Qué le voy a enseñar a la suma del viento.
Qué le puedo objetar a una noche estrellada
con mi vela amarilla y mi proa emparchada.
¿Adónde van las palabras que no se quedaron?
¿Adónde van las miradas que un día partieron?
¿Acaso flotan eternas,
como prisioneras de un ventarrón,
o se acurrucan entre las hendijas,
buscando calor?
¿Acaso ruedan sobre los cristales,
cual gotas de lluvia que quieren pasar?
¿Acaso nunca vuelven a ser algo?
¿Acaso se van?
¿Y adónde van…?
¿Adónde van?
¿En qué estarán convertidos mis viejos zapatos?
¿Adónde fueron a dar tantas hojas de un árbol?
¿Por dónde están las angustias
que desde tus ojos saltaron por mí?
Yo era un muchacho tranquilo
hasta que di con mi sueño
más dorado, que era una mujer
algo mayor que yo.
Ella tenía treinta y cinco
y yo dieciocho para mi favor (favor dudoso).
Empezó por regalarme
dos camisas y un vestido
para que yo se los diera a mi mamá.
A eso le siguió una lluvia
de pequeños regalitos para mí (para mi entierro).
Hasta me froté las manos
cuando supe que vivía sola
desde que, por fin, se divorció.
Y en su casa hice meriendas,
comidas y desayunos hasta engordar
(casi reviento, como verán).
Cómo gasto papeles recordándote,
cómo me haces hablar en el silencio.
Cómo no te me quitas de las ganas
aunque nadie me ve nunca contigo.
Y cómo pasa el tiempo, que de pronto son años
sin pasar tú por mí, detenida.
Te doy una canción si abro una puerta
y de las sombras sales tú.
Te doy una canción de madrugada,
cuando más quiero tu luz.
Te doy una canción cuando apareces
el misterio del amor.
Y si no lo apareces, no me importa:
yo te doy una canción.
Si miro un poco afuera, me detengo:
la ciudad se derrumba y yo cantando.
Hoy sé que no hay nada imposible,
anoche supe la verdad:
Creía mi alma inservible,
pero era cansancio vulgar nada más.
Tú eres un don de la brisa,
un ser de la resurrección,
un pájaro con una risa
capaz de arrastrar a la noche hasta el sol.
Río, río, río. Río de verdad,
como un animal que ha sido puesto en libertad.
Río,
me dejo ir en mano alegre,
voy previendo,
porque mañana a lo mejor hay un entierro
y una mordida de pantera en lo más mío.
Río,
y no es un desafío
a la vida del sueño:
¿Dónde pongo lo hallado
en las calles, los libros, la noche,
los rostros en que te he buscado?
¿Dónde pongo lo hallado
en la tierra, en tu nombre, en la Biblia,
en el día que al fin te he encontrado?
¿Qué le digo a la muerte, tantas veces llamada
a mi lado que, al cabo, se ha vuelto mi hermana?
¿Qué le digo a la gloria vacía de estar solo,
haciéndome el triste, haciéndome el lobo?
Ya no te espero.
Llegarás, pero más fuerte,
más violenta la corriente
dibujándose en el suelo
de mi pecho, de mis dedos.
Llegarás con mucha muerte.
Ya no te espero.
Ya eché abajo ayer mis puertas.
Las ventanas bien despiertas
al viento y al aguacero,
a la selva, al sol, al fuego.
Llegarás a casa abierta.
Ya no te espero.
Ya es el tiempo que fascina.
Ya es bendición que camina
a manos del desespero.
Ya es bestia de los potreros
saltando a quien la domina.
Ya no te espero.
Ya estoy regresando solo
En estos días
todo el viento del mundo sopla en tu dirección.
La Osa Mayor corrige la punta de su cola
y te corona
con la estrella que guía,
la mía.
Los mares se han torcido
con no poco dolor hacia tus costas.
La lluvia dibuja en tu cabeza
la sed de millones de árboles.
Las flores te maldicen muriendo,
celosas.
En estos días
no sale el sol,
sino tu rostro.
Y en el silencio
sordo del tiempo
gritan tus ojos.
Ay de estos días terribles,
ay de lo indescriptible.
En estos días
Me estremeció la mujer que empinaba sus hijos
hacia la estrella de aquella otra madre mayor.
Y cómo los recogía del polvo teñido
para enterrarlos debajo de su corazón.
Me estremeció la mujer del poeta, el caudillo,
siempre a la sombra y llenando un espacio vital.
Me estremeció la mujer que incendiaba los trillos
de la melena invencible de aquel alemán.
Me estremeció la muchacha,
hija de aquel feroz continente,
que se marchó de su casa
para otra de toda la gente.
Me han estremecido un montón de mujeres:
Al final de este viaje en la vida, quedarán
nuestros cuerpos hinchados de ir
a la muerte, al odio, al borde del mar.
Al final de este viaje en la vida, quedará
nuestro rastro invitando a vivir.
Por lo menos por eso es que estoy aquí.
Somos prehistoria que tendrá el futuro.
Somos los anales remotos del hombre.
Estos años son el pasado del cielo.
Estos años son
cierta agilidad
con que el sol
te dibuja
en el porvenir.
Son la verdad o el fin.
Son Dios.
Quedamos los que puedan sonreír
en medio de la muerte, en plena luz.
Qué se puede hacer con el amor,
qué se puede hacer si es cosa de él.
Qué se puede hacer
si siempre el cariño nos sale tan bien.
La Habana, día de un año.
En la esquina está esperando
casi una niña.
Por la cintura acorta las faldas
―que ya eran cortas para sus padres―,
espera a un muchacho de secundaria
―en casa no dejan que vea a nadie.
Y así dan cuenta de un buen amor,
de un solo amor,
porque...
Qué se puede hacer con el amor,
qué se puede hacer si es cosa de él.
Qué se puede hacer
si siempre el cariño nos sale tan bien.
Hoy de mí hacia ti, hoy de ti hacia mí,
quiero hacerte un regalo viejo.
Desempolvemos algo las pasiones lejanas,
algo de aquellos sueños sin ventanas.
Vivamos de corrido, sin hacer poesía,
aprendamos palabras de la vida.
Desnudémonos pues, como viejos amantes,
que lo mismo de siempre nos queda delante.
Desnudémonos pues, como viejos amantes:
que se apague la luz y que el sol se levante.
Te quiero salvar de tu desnudez
en pleno centro de la soledad.
Me quiero salvar haciendo revolución
desde tu cuerpo de cristal.
No se crean que es majadería,
que nadie se levante aunque me ría:
hace rato que vengo lidiando con gente
que dice que yo canto cosas indecentes.
«Te quiero, mi amor, no me dejes solo;
no puedo estar sin ti, mira que yo lloro.»
¿No ven?, ya soy decente, me fue fácil.
Que el público se agrupe y que me aclame.
Que se acerquen los niños, los amantes del ritmo.
Que se queden sentados los intelectuales.
Debo partirme en dos, debo partirme en dos.
Unos dicen que aquí, otros dicen que allá,
y sólo quiero decir, sólo quiero cantar
He estado al alcance de todos los bolsillos,
porque no cuesta nada mirarse para dentro.
He estado al alcance de todas las manos
que han querido tocar mi mano amigamente.
Pero, pobre de mí, no he estado con los presos
de su propia cabeza acomodada.
No he estado en los que ríen con sólo media risa,
los delimitadores de las primaveras.
No he estado en los archivos ni en las papelerías
y se me archiva en copias y no en originales.
No he estado en los mercados grandes de la palabra,
pero he dicho lo mío, a tiempo y sonriente.
Le he preguntado a mi sombra
a ver cómo ando para reírme,
mientras el llanto, con voz de templo,
rompe en la sala regando el tiempo.
Mi sombra dice que reírse
es ver los llantos como mi llanto.
Y me he callado, desesperado.
Y escucho entonces: la tierra llora.
La era está pariendo un corazón.
No puede más, se muere de dolor,
y hay que acudir corriendo
pues se cae el porvenir
en cualquier selva del mundo,
en cualquier calle.
Debo dejar la casa y el sillón.
La madre vive hasta que muere el sol,
y hay que quemar el cielo
Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo
cuando caigan
para que no las puedas convertir en cristal
ojalá que la lluvia deje de ser milagro
que baja por tu cuerpo
ojalá que la luna pueda salir sin ti
ojalá que la tierra no te bese los pasos
Ojalá se te acabe la mirada constante
la palabra precisa la sonrisa perfecta
ojalá pase algo que te borre de pronto
una luz cegadora un disparo de nieve
ojalá por lo menos que me lleve la muerte
para no verte tanto para no verte siempre
en todos los segundos en todas las visiones
El derrumbe de un sueño,
algo hallado pasando
resultabas ser tú.
Una esponja sin dueño,
un silbido buscando
resultaba ser yo.
Cuando se hallan dos balas
sobre un campo de guerra,
algo debe ocurrir
que prediga el amor:
de cabeza hacia el suelo
una nube vendrá
o estampidas de tiempo
los ojos tendrán.
Fue preciso algo siempre
y no fue porque tú
tenías lazos blancos en la piel,
tú
tenías precio puesto desde ayer,
tú
valías cuatro cuños de la ley,
tú,
sentada sobre el miedo de correr.
Una buena muchacha