Silvio en Santiago o el triunfo de la esperanza


Por: Pedro de la Hoz, enviado especial del diario Granma, Cuba.
8 de Abril del 1990


Santiago de Chile.- No veo los rostros al detalle, puede uno confundir la muchedumbre con un tapiz gigantesco extendido sobre las gradas y la cancha del Estadio Nacional. Pero sé que son rostros alegres y atentos, ávidos y fervorosos. Es el rostro de un país que ha hecho de Silvio Rodríguez una bandera.

Es medianoche del sábado 31 de marzo: “¡Silvio, Silvio, el pueblo está contigo!”, corean unas 80 000 personas. El trovador acaba de interpretar "Venga la esperanza", un tema fabuloso que me atrevo a calificar de uno de los más importantes del prolífico autor. El talento de Chucho Valdés captó la intención de Silvio y orquestó una suite que comienza con "La Resurrección", poderoso alegato de vindicación de nuestra cultura continental, prosigue con "Santiago de Chile", canción que por su carga emotiva causó un auténtico terremoto humano, y culmina con “El reclamo de una esperanza compartida por todos”. La última frase musical de la suite es muy elocuente; la coda de la Novena Sinfonía de Beethoven.

Y no se mueve nadie. Tres horas de concierto y ya viene la cuarta. Falta el "Unicornio", el público lo sabe. Silvio regresa al escenario con Chucho. El piano y la voz incendian a la multitud. A las 12.45 minutos de una fría madrugada, Silvio se retira tras haber regalado un puñado de interpretaciones por encima de lo previsto, algunas a puro guitarrazo, puesto que el extenso repertorio montado con Irakere se había agotado a esa altura.

El esperado reencuentro con el pueblo chileno se inició a las 9.00 p.m. preludiado por una soberbia interpretación de "Stella, Pete and Ronnie"de Chucho Valdés.

O quizás antes, cuando a las 3.00 p.m. se abrieron las puertas del estadio y corrió un mar de gente a cubrir sus espacios. O a las diez de la mañana, en que se veía por los alrededores a centenares de personas venidas de otras ciudades y a vendedores de todo tipo de objetos relacionados con Silvio.

El trovador acuñó canciones clásicas y nuevas que lo renovarán en el fervor popular de esta parte del mundo. La gente lo acompañó en "La maza", "Por quien merece amor", "Rabo de Nube", "El Mayor", "Oh, Melancolía", "La canción del elegido". Con "Ojalá" sucedió algo curioso: al llegar a la frase “a tu viejo gobierno de difuntos y flores”, la multitud se agitó emocionada, todo porque Silvio restituyó la palabra “gobierno” suprimida en la versión comercial que lanzó Gloria Simonetti en 1980. Claro está decir “viejo invierno” era entonces suavizar el tono de la alusión.

Con "Pequeña serenata diurna" se alcanzó el clímax. “Vivo en un país libre cual solamente se puede ser libre”, cobró aquí una connotación especial coronada por lo que dijo Silvio al final: “Este concierto quiero dedicarlo desde lo más hondo de mí a Víctor Jara”. Y el público se unió a su homenaje con tal vez el mayor aplauso de la noche.

El nexo entre la generación que compartió con Silvio y Víctor los avatares de la estancia chilena del primero por los días de la Unidad Popular estuvo representado por Isabel Parra.

Chabela cantó a dúo con Silvio "Generaciones" y "Sólo el amor". Poco después dijo al enviado de Granma: “Con Silvio aquí, con sus canciones, nos estamos inyectando una dosis de optimismo, es como sabernos vivos para la pelea”.

Justa reciprocidad a las palabras que Silvio dirigió al auditorio: “Creo que no corro ningún riesgo si les doy en nombre del pueblo de Cuba un abrazo solidario y una gran felicitación por la democracia”.

El concierto fue una magnífica oportunidad para que Irakere sentara bases con vistas a su inserción masiva en la vida musical chilena. Temas como "Claudia" y "Concierto andino", este último estreno absoluto de Chucho, impactaron por la fuerza y el virtuosismo de estos músicos cubanos y el color de jazz latino.

Un artista peruano residente acá, Enrique Luna, expresó convencido: “Es el concierto más generoso que artista alguno haya ofrecido al pueblo chileno”.