Silvio Rodríguez: La única forma de convivir es que nos respetemos



Entrevistó: Julio César Guanche, para la revista On Cuba. 
31 de Octubre del 2013

Silvio Rodríguez, el músico cubano que compuso la banda sonora de una época en América latina, tiene un lugar propio entre los grandes hitos de la cultura contemporánea. En el ambiente político cubano de los 60, siendo él un joven aprendiz de trovador, tenía fama de crítico. Hoy es un hombre maduro que no gusta ya de ofrecer grandes titulares a la prensa. En el lapso de estas décadas, ha compartido la canción de la trova con un género más polémico: la intervención política. Rodríguez hace tiempo sabe qué lugar ocupa y dónde quiere estar. Llega tranquilo a los escenarios, esparce un mazo de canciones insólitas, escucha a las personas pedirle temas que él ya no recuerda y se despide como si los aplausos le produjeran agobio. Quizás sea porque Silvio Rodríguez es un hombre tímido, que alguna vez pensó que podía vivir a solas con su guitarra. Sin embargo, a estas alturas no parece tener predilección por la vida bucólica, profiere todavía algún exabrupto y no sabemos si se animará a contar aún sus historias no autorizadas. Por lo pronto, aquí asegura que le interesa sobre todo la posibilidad de ser sincero a la hora de hablar sobre política en Cuba.

Después del cierre del programa televisivo Mientras tanto, en el momento en que se forjaba cierto “mito negativo” sobre usted, Alfredo Guevara le llamó al ICAIC. A partir de allí surgiría la experiencia del Grupo de Experimentación Sonora. Imagino que el proyecto exigía coincidencias en valores, pero no unanimidad de criterios políticos para formar parte de esa experiencia. Si es así, ese suceso muestra una búsqueda política de importancia: le decía a los censores que se podía y se debía convivir entre diferencias. El resultado de aquel proyecto ha devenido fundamental para la cultura cubana contemporánea. ¿Cuánto ha cambiado la Cuba de entonces y la de ahora? Pensando en hoy, ¿cuáles cree que son las mejores maneras en que podemos convivir?

Antes de que Alfredo me llamara al ICAIC, debo decir que Haydée nos abrió las puertas de Casa de las Américas. Por entonces yo estaba tomando conciencia de cómo era “la calle”, ya que desde los 17 hasta los 20 me los pasé en unidades militares. Mis criterios políticos eran revolucionarios, radicales, guevaristas, tercermundistas. Pero la realidad de la vida civil me puso los pies en la tierra con cierta brusquedad, aunque también con su fascinación. Un día eras un recluta del SMO* y al día siguiente estabas cantando ante las cámaras. Unos meses después te podían botar por decir algo que, aunque a ti te pareciera correcto, a otro se le antojaba indebido. Alrededor constantemente había congresos y eventos de cultura, salones de mayo, lo último del cine europeo, premios literarios al que venían grandes escritores. Simultáneamente se lanzaba una “Ofensiva revolucionaria”… El Grupo de Experimentación Sonora fue hijo de aquellos tiempos que a veces titulamos “la barbarie”. En realidad eran contradictorios, porque convivían una enorme compulsión social y expresiones exquisitas. Fue la época del florecimiento del cine cubano, del cartel, nació el Caimán Barbudo, Lezama escribió Paradiso… Creo que tanto entonces como ahora, la única forma de convivir es que nos respetemos. El respeto es un principio que, por supuesto, no todo el mundo entiende igual: generalmente los más fuertes tratan de imponer su punto de vista, más cuando existen intereses (ver el mundo). Yo siempre he esperado que avancemos hacia el entendimiento afuera y adentro, en todos los rincones de la vida.

Desconozco si a usted le gusta mirar deportes en la televisión cubana, aunque sé que ha dicho que fue un pésimo pelotero. Ahora, déjeme usar este tema solo como metáfora. Yasiel Puig, Yoennis Céspedes, Alexei Ramírez, Kendry Morales, como ahora seguramente lo será José Dariel Abreu, son grandes figuras de las grandes ligas de béisbol de los EE.UU. ¿Le gustaría verlos jugar sentado en la sala de su casa? Más, ¿le gustaría verlos jugar con el uniforme de Cuba en el próximo clásico mundial de béisbol? Pero le decía que era una metáfora, porque el tema es más amplio: ¿qué cree que sería más útil hacer en el futuro con ese tipo de distinciones, como los “de adentro y de afuera”, “glorias deportivas y desertores”, “revolucionarios y traidores”?

No soy muy “deportista”, lamentablemente, pero tengo amigos que sí lo son y los he escuchado. Más que estar de acuerdo, creo que era inevitable que Cuba se flexibilizara en este sentido. No sé si las medidas recientes, que ya suponen un avance, traigan otras en el futuro. Debo decir que espero que la apertura sea realmente eso y no una asimilación, o algo todavía más triste, como la compra de nuestro espíritu nacional. Estoy de acuerdo en que nuestros deportistas jueguen en todas partes y en que ganen lo que merecen ganar, pero que también se fortalezca nuestra bandera en el deporte.

Hoy existen en Cuba diversas discusiones, y experimentaciones en curso, en el campo económico que buscan combinar, no sin problemas, la propiedad estatal, la propiedad cooperativa y la propiedad privada. Le sugiero pensar en este problema, pero sobre el campo político. Recuerdo una frase suya: “Y, ¿quién coño le habrá dicho a ese que la Revolución es propiedad privada de nadie?”. Entonces, ¿cuál es para usted el tipo de “propiedad” más conveniente para participar de lo político?

Eso lo dije en una circunstancia especial, ante una injusticia. Me acababan de botar del país. Y lo dije porque la Revolución que yo abracé era inclusiva y llamaba al honor. Para mí estaba claro que sentir que mi país me pertenecía no era para agraviarlo sino para tratar de honrarlo. ¿Qué era dignificar entonces y qué lo es ahora? Básicamente lo mismo: ser sincero. Es decir, poderlo ser, no solo desde una posición de autoridad. Para participar de lo político probablemente no haya condición mejor que tener confianza para ser sincero, poder serlo cabalmente, aunque te equivoques.

Usted ha pasado mucho trabajo para terminar determinadas canciones, como Rabo de nube. La creación artística es siempre un acto complejo, como lo es la creación política. Se ha anunciado que Cuba tendrá, en un lapso no lejano, una nueva Constitución, o al menos una Constitución reformada, en lo que debería ser un ejemplo de acto complejo de creación política. Seguramente, componer Rabo de nube, como la canción extraordinaria que es, es más fácil que hacer una Constitución para un país. Ahora bien, ¿tiene alguna sugerencia para componer del mejor modo posible esta última?

Estuve años con la idea de esa canción porque no lograba concretarla, hasta que apareció una tarde, en México DF, quizá cuando menos la esperaba. Pero la política no depende de seres tan veleidosos como las musas, sino de factores que se entrelazan y presionan por aquí y por allá. Por supuesto que también hay trazados y perspectivas, principios e ideologías. Yo no soy un político y seguramente hago lecturas equivocadas de esos signos que nos muestran fragmentariamente lo que sucede. Seguirle la pista a lo cierto, a lo determinante, a veces puede ser confuso. Yo creo que, incluso los políticos, vivimos en cierta medida esperando. Ellos menos, por supuesto. Pero refiriéndonos a nuestra realidad específica, según yo la percibo, aún estamos en una fase muy cambiante o experimental, para redactar una nueva Constitución. Pertenezco a esa clase de cubanos que piensan que Martí es infinito. Así que creo que cuando haya una próxima Constitución, esta deberá seguir profundizando en las visiones de nuestro Apóstol.

Usted es una persona intranquila. Es también un gestor cultural. Ojalá es una de sus grandes ocupaciones. ¿Tiene en mente otros proyectos sociales en los que quisiera involucrarse en estos días en Cuba? ¿Aún quiere terminar sus días en San Antonio de los Baños?

No me creo tan intranquilo, pero sí he vivido ya unos cuantos años y eso, cuanto menos, acumula. Por ejemplo, mi obsesión por construir estudios se debió a que perdí canciones porque en aquellos tiempos no era fácil grabar. Hoy en día hasta con el teléfono se graba… Aún así veo que hay talentos atrapados por las leyes del comercio; la ignorancia acusa a la cultura de no vender. A mí me interesa lo valioso, no el reporte de ventas. Comprendo que hay que hacer sostenible toda la sociedad. Pero estoy a favor de lo que está sustentado por lo mejor del acervo cultural. Para que lo valioso sea sostenible hay que prestarle atención y promoverlo.

Uno de mis proyectos preferidos comenzó hace algo más tres años: conciertos en los barrios más afectados, sobre todo de la ciudad de La Habana. Hacemos dos presentaciones todos los meses, excepto en julio y en agosto, por el calor. Hace poco hicimos el concierto número 45. Le hemos puesto “La gira interminable”, porque queremos continuar. A Antonio Guerrero le encanta esto, e hizo unos pasteles de fotos que tomé a la gente en sus barrios. No son actos políticos, llevamos todo tipo de música y solo nos orienta nuestro sentido común (y cuando descubrimos algún barrio con más necesidades). Los trabajadores de Ojalá lo hacemos todo, con apoyo logístico de la empresa de giras de Cultura, y ya se nos han sumado artistas de muy variadas disciplinas.

No sé si quiera terminar mis días en San Antonio, pero desde hace años un grupo de amigos, todos de allí, estamos empeñados en hacer una Fundación para la conservación del Río Ariguanabo (que está destruido) y de sus bosques; también para influir culturalmente en el pueblo. Hemos pasado por todos los procesos; hemos elevado todas las cartas; nos han recibido todos los funcionarios y todos, muy sonrientes, nos han dicho que todo está “perfecto”. Lamentablemente es una “perfección” virtual, porque no se ha aprobado la Fundación. Incluso doné a este proyecto el premio ALBA cultural que me otorgaron en 2010. Pero todo ha sido inútil. Nadie parece tener lo que hay que tener para decirnos: “ya es legal la Fundación”.

¿Sigue haciendo, una vez al año, algo que no se puede hacer?

A veces ardo, pero siempre recuerdo al sabio que decía: “Ojo con los espejos, que la muerte presume”.

 

* Servicio Militar Obligatorio.