Treinta años




Ellos se casaron hace años y tuvieron
mala suerte: ella un día enloqueció.
Él volvió al trabajo, solitario como siempre,
y ella al hospital se fue diciendo adiós.

Sólo siete meses de casados poseían,
siete meses en la casa que cambió.
Mas, de pronto, se quedó vacía, como siempre,
y él, tan solo como nunca se sintió.

Cuánto tiempo se va si se va la razón.
Treinta años fue ayer, pero en ella no es nada:
sólo vive con un beso,
con un beso en el saludo y la partida.

Cuánto tiempo se va si se va la razón.
Treinta años fue ayer, no se ven las arrugas
ni el cansancio de este tiempo.
¡Todo el tiempo que se vive con un beso!

Ella, en el portal del hospital, lo ve que viene
con sus dulces, bajo el sol de los domingos:
«Oh, qué tal, mi amor, ¿cómo has pasado la semana?
No te apures, que muy pronto estoy sanando.»

Él se vuelve y mira al cielo. Dice algo de la lluvia
―una gota rueda en su mejilla.
Ella sigue hablando y prediciendo las camisas
que le habrá de regalar en el primer aniversario.