Graciela




Graciela ayer recomendaba
el postergar mi solución;
que, por lo pronto, me guardara
esa razón que lastimaba mi corazón,
pues yo debía esperar a sentir
el peso de este vacío sin fin.

Pero qué empeño, si ya no sueño
ni siento el pulso de la noche.

Graciela, el lecho de muerte
está en mi ceño, con amor.
Pues voy tan solo como un puente
que sirve acaso como paso a otra región,
que todos pasan y pasan así,
sin detenerse a vivir para mí.

Con esta seña, ¿cómo volverme
y andar mi espalda, que se gasta bajo el sol?

Pues si la muerte es lo que viene,
hay que llenar esa distancia en la que va a llegar,
no nos sorprenda antes de terminar.

Ya ves, Graciela:
esa es la suerte del que se cela
por su bien y por su mal.